Españoles en busca de ‘Eldorado’ (II)

(Mina El Polaco ubicada en la frontera entre Venezuela y Brasil)

27 de abril de 2009.- Moisés Mosegue, un inmigrante canario que desde hace 12 años trabaja en una mina de oro en la frontera entre Venezuela y Brasil, toma un pequeño frasco blanco en la mano, y extrae de él unas gotas de mercurio. Cuidadosamente, las introduce en su batea. Sofocado por el calor de la selva, mueve este recipiente oblicuo hecho de madera, con mimo y tesón. Con una mano espanta los mosquitos que revolotean a su lado. Con la otra, acaricia las piedras. Sin prisa, pero sin pausa. Repite este proceso varias veces. Así hasta que el mercurio ha chupado todas las minúsculas piedritas de oro, imperceptibles a la vista del ojo humano.
"El mercurio es el elemento más importante en el proceso de extracción de minería artesanal, gracias a él todas las pequeñas motas de polvo [oro arcilloso] se adhieren a él", dice Mosegue, al tiempo que aparta la arcilla de su batea. "También se puede hacer con arsénico, pero no manejamos esta técnica, que es mucho más peligrosa", agrega con una sonrisa.
El resultado final es un conglomerado metálico, minúsculo, que mide la dieciseisava parte de mi uña. Por la noche, este inmigrante español quemará esta piedra en una cuchara para que recupere su tono dorado. Mosegue, 'el Canario' -como le conocen todos en El Polaco- es uno de los 60 mineros que todavía viven y trabajan en este inaccesible pueblo de casas de lata y cartón. El Polaco no tiene luz, ni agua corriente. Sólo una planta generadora que se pone en marcha por las noches. En plena fiebre de oro llegó a albergar a casi 1.000 trabajadores. Todos los habitantes miran con envidia aquella época, y se quejan porque los esquilmados cerros de la montaña ya no escupen piedras preciosas.
(El canario Moíses Mosegue, con gorra roja, en la mina)
La mayoría funciona a modo de cooperativa; restan los gastos para comida y combustible para las pocas máquinas que tienen, y dividen los beneficios entre los mineros. Mosegue se ríe. La pregunta es comprometida. Por cada gramo de oro que sacan, tienen que pagar al Gobierno venezolano un 5% en impuestos. La mayoría de los mineros no declara.O declara la cuarta parte de lo que extrae. Mosegue tenía 19 años cuando se instaló en Venezuela. Llegó en un barco mercante, con el dinero justo para pagarse el billete y buscó fortuna donde antes habían fracasado otros exploradores españoles.
Este canario, de 59 años, asegura que no es millonario, pero es feliz con su vida. "La mina me dio todo lo que necesito: buenos compañeros y dinero para mantener a mi familia. Este año quiero ir a España para ver a mis hermanas", dice este inmigrante que encontró su pequeño 'Eldorado' en este apartado rincón del mundo, ubicado en la Gran Sabana de Venezuela.
El diamante más grande de Venezuela fue descubierto en este pueblo minero en la década de los 50. Es una historia que Mosegue cuenta con ironía: la del 'diamante de Barrabás', un pedrusco de 154 kilates que fue vendido por 63.000 dólares (de la época) al primer intermediario que pasaba por ahí. Meses después, una casa de subastas en Nueva York dividió este diamante en varios cortes, y su precio final superó los 200.000 dólares. Cuentan que después de mal vender el diamante, Barrabás y otros dos mineros se abocaron a una fiesta sin tregua de champán, escocés del bueno y damas de compañía. Terminaron sus juergas sin un dólar en el bolsillo y regresaron a este yacimiento esperando otro golpe de fortuna. Fallecieron en la más mísera pobreza.
Mosegue se levanta todos los días a las seis de la mañana. Y deja de trabajar a las seis de la tarde. Luego va al bar, se toma unas cervezas y ve el fútbol europeo o la Fórmula 1 en televisores con antenas parabólicas. Son las contradicciones de las minas. No hay agua corriente, ni casas de cemento, pero lo primero, es lo primero. Esta comunidad minera envía a sus familias el poco dinero que gana y no se gasta. Mosegue y sus compañeros pierden la paciencia muchos días, cuando después de trabajar de sol a sol logran extraer unos pocos gramos de piedras preciosas. Ellos hablan con envidia de Las Cristinas, la mayor mina de oro en Venezuela (y la tercera más grande de Latinoamérica), que a día de hoy explota la empresa rusa Rusoro Mining Corporation. Cosas de la política.
-"Toma esto, de recuerdo", dice, al tiempo que extiende su mano y me ofrece una mota de oro. 
-Yo no puedo aceptar esto, es tu trabajo de varias horas...
'El Canario' sonríe, y vuelve a insistir.
-"Ahora es tuyo, pero recuerda que cuándo publiques tu reportaje tienes que compartir el dinero conmigo".
Así funcionan las minas.

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